Cholo soy y no me complazcas Viernes, 30 mayo 2014

Ña ña ña ña: Perdón por reír

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).

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Hace poco, viajando en el Metropolitano, el bus arrancó con ímpetu excesivo y una niña andina resbaló propulsada del regazo de su madre. Yo la sujeté de un hombro para que no se cayera y la mujer me agradeció con una cálida sonrisa… que dejó a la vista su masacrada dentadura incompleta. Instantáneamente, la asociación de ideas me hizo una mala jugada y me vino a la mente la esperpéntica mueca de la Paisana Jacinta. Aturdido, deseché esa imagen con cierto remordimiento, pero luego pensé: “¿Qué tiene? ¡Si la Paisana Jacinta es genial!”.

Casi todos mis amigos de Lima de mi misma generación y con un oficio creativo, cuyo trabajo además admiro, se sienten muy ofendidos por la serie de La paisana Jacinta: el portentoso artista Álvaro Portales, la valiente escritora Gabriela Wiener, el sagaz periodista Marco Avilés, incluso las muy open-minded mentes responsables de Útero. Yo no he convivido con el racismo, no me he criado ni educado con él, en el barrio obrero de emigrantes donde crecí nunca he tenido conciencia de pertenecer ni confrontar a ninguna “raza” porque en los 70 en la periferia barcelonesa todos éramos distintos, de distinto acento, apariencia y origen… nos unía la clase social, más bien. Así que respeto mucho la postura de mis amigos, con otra experiencia cotidiana por culpa de esa lacra.

Sin embargo, con quien estoy cien por cien de acuerdo en este asunto es con ella.

 

¡Qué fácil es prohibir!

Por otro lado, yo solamente conozco el reseteo actual de La paisana Jacinta, al parecer una versión light de la clásica, como el James Bond que ya no abofetea mujeres , y que sin embargo era igualmente popular en los años 60; o el Lucky Lucke que ya ha sustituido su sempiterno cigarro prendido por un brote de hierba, y que sin embargo era igualmente popular entre los niños… En esa época hubiese sonado razonable el deseo de hacer desaparecer ambos personajes por motivos cívicos ¿no?

El nacimiento de la Paisana procede de un estereotipo racista, sin duda. Pero tal vez su arraigo popular lo esté convirtiendo en otra cosa, incluso en un símbolo capaz de subvertir su génesis bastarda: algo así como el equivalente de los excluidos a la feminista Marcha de las Putas. Me da la impresión de que a ello se aplica desesperadamente su creador, con la complicidad de su éxito masivo entre el público humilde.

En todo caso, quede claro que lo que me turba hondamente y me motiva modestamente a opinar (porque tarde o temprano esa ola anti-Paisana sellará el destino de este personaje y tal vez de otros) es la casi unanimidad con que la clase intelectual más progresista, con la que usualmente me siento más identificado, pide la cabeza de La paisana Jacinta. A veces siento que alguna de las figuras públicas que la atacan apelando a la baja calidad de su contenido (la más demencial de las razones para prohibir algo: el gusto propio), lo hacen motivados por cierto solapado e inconsciente clasismo. El mismo que ha impedido a muchos todos estos años escribir un solo artículo, elogioso o no, sobre Corazón Serrano (o haber sabido siquiera de la existencia del grupo hasta hace pocos meses).

Pero lo que me preocupa de verdad es que personalidades cultivadas e inteligentes como las que he mencionado terminen involuntariamente alineadas junto a defensas tan chuscas y retrógradas del victimismo, la censura, el paternalismo condescendiente y el moralismo impostado como la que se da en esta entrevista:

Estos Guardianes de la Moral parecen paradójicamente salidos de una beata Asociación Familiar de Valores Cristianos o una ramificación del Opus Dei. Estos represores de la creatividad ajena son los mismos, cortados con el mismo patrón, que en su momento quisieron prohibir en Estados Unidos la revista Hustler apelando a su obscenidad: seguro que en aquel caso también se usó a los niños para justificar la supresión del derecho a la existencia de la pornografía. Así que, amigos míos, tened cuidado con quién os aliáis y con dar mucho pábulo a estos aprendices de inquisidores, que luego se crecen, y después de La paisana Jacinta, vendrá sin duda otra obra ofensiva (para alguien) que hay que eliminar, y otra, y otra…

Y eso sí que me escandaliza a mí. ¡Con qué facilidad pedimos la prohibición de la ficción que no nos gusta!

 

El racismo en la ficción

Históricamente, del racismo no se salva ni un cómico de la envergadura de Charles Chaplin: ved si no este cortometraje donde Charlot se asusta al encontrarse de frente con un empleado negro (un actor blanco pintado, para más inri) y cómo le arroja a la mano un fósforo encendido cual propina (minuto 4’20’’); o el modo en que se espanta al descubrir que el objetivo de sus coqueteos es una mujer negra (minuto 9’36’’):

Pero sin duda ésta es la película racista más célebre en los Estados Unidos:

Que yo sepa, no está prohibida: se trata de una de las primeras obras maestras del cine universal. A mí me da mucho asco esa escena, de hecho, pero no me atrevería a exigir que la destruyan, ni la escena ni el filme que la contiene.

Esto es otra película racista (y misógina, de paso):

Tal vez LA mayor obra maestra del cine espectáculo estadounidense en su etapa clásica. Tampoco ha estado nunca prohibida, hasta donde me he informado. Sin embargo, me cuesta muchísimo verla, porque me dan ganas de vomitar cada vez que contemplo la secuencia donde la chica blanca se relame –y el director se complace obscenamente en subrayar su gesto– al ver a dos hombres golpeándose por ella; o ese grandilocuente final en que el protagonista sólo le perdona la vida a su sobrina al dar por hecho que renunciará a ser una “india” y volverá con él como blanca (cuando en el relato original ella deseaba quedarse con la civilización nativa que la raptó)…

Muchas obras incurren en un racismo coyuntural cuya pestilencia sólo se percibe años después y que en su momento nadie parece cuestionar. Comprobad al inicio de este video qué bien se lo pasan los pistoleros blancos haciendo bailar a tiros a ese pobre muchacho negro… ¡y el desenfado con que se suman al tiroteo los “héroes” de la historia, nada menos que Fatty Arbucle y Buster Keaton! Se trata del cortometraje Out West, de 1918:

En resumidas cuentas, parece que en Hollywood el papel del ciudadano negro era siempre bailar para diversión del blanco… Pero esta bofetada lo cambió todo:

Esa secuencia creó a finales de los años 60 más silencios en los cines de Estados Unidos que los ataques de Tiburón una década después. No era para menos. Con el estreno de En el calor de la noche, por fin se mostró en una película mainstream que el negro podía no quedarse quieto ante una bofetada del blanco. No solamente eso: también que podía ser una persona más culta, refinada, mejor vestida, civilizada y elegante… que aquel patán que le discriminaba.

Todo cambió. Desde entonces, los sabuesos del racismo hilan más fino y, paradójicamente, ahora casi los únicos que pueden crear estereotipos de personajes negros son… los cineastas negros.

Aunque hay quien sigue viendo el racismo coyuntural como un vicio flagrante y digno de condena sin derecho a réplica. ¡Según esa perspectiva, El planeta de los simios podría ser el clásico más racista del noveno arte, con su sociedad primate escalonada por una jerarquía cromática…!

¿La prohibimos?

 

El caso español

España, obviamente (aquí risas enlatadas), no se salva. Estereotipos raciales (¡un negro caníbal!) los ha habido incluso en los gags de la mejor pareja de humor español del siglo XX, aunque con un desenlace algo transgresor:

El personaje mundialmente más popular del cine español de las dos últimas décadas es un desgraciado: el policía Torrente, creado con mucha mañosería por el excelente cómico Santiago Segura. Y aquí es donde me pregunto: ¿Me debo yo sentir insultado por el retrato fascista, racista y machista que presuntamente hace de mí y mis compatriotas Torrente?

Aquí la cosa no está tan clara: ¿supone este personaje una apología o una denuncia del racismo? ¿Es una catarsis aliviadora de los peores vicios de la sociedad española o una reivindicación grosera? Y, aunque se tratase de lo primero, es decir, de una exposición satírica de los demonios interiores de España ¿no debería ofendernos que allende nuestras fronteras se nos reconozca tanto por la popularidad de este “energúmeno”?

Para muchos, esta otra secuencia de Torrente 2 debería ser definitivamente prohibida por racista. Es indudablemente una exposición de insultos y chanzas crueles que a mí personalmente me revuelven el estómago y ponen muy enfermo. ¿Se está aquí denunciando el racismo de los españoles o se está haciendo mofa de sus víctimas?

¿La prohibimos?

 

Los peligros de la sobreprotección

Magaly Solier dio en el clavo al declarar que ella no sentía que la Paisana Jacinta la representara. Así pues ¿hasta qué punto se pretende que la Paisana Jacinta sea LA mujer andina? Antes de ser verdugos de la propia cultura popular, cuando se ha visto que la ajena también tiene sus fantasmas y demonios ¿no podemos generar otras opciones –pero que gocen de la misma libertad de creación, sin la horma de estandarización “buenista” que tanto agrada a la cultura de élite– donde los creadores andinos ofrezcan SU propia versión de personajes andinos? ¿O en realidad lo que quiere el intelectual limeño es que el pueblo consuma solamente Monty Phyton y deje de joder?

Lo diré sin maquillaje: como escritor de ficción, la propuesta de prohibir un personaje u obra por cómo se percibe su contenido me parece INDECENTE. Ceder en ese terreno supone instituir un antecedente lamentable, anteponiendo criterios extra artísticos en aquello que sólo el consumidor debiera decidir libremente si desea consumir o no. Construyamos esas circunstancias económicas y técnicas para darle a un artista andino la oportunidad de hacer una comedia con un personaje andino: ¡pero dejémosle libre! Y con el tiempo, veremos solamente personajes andinos en la ficción marcados por su personalidad individual y no por su clasificación genérica racial.

Y en todo caso, si seguimos adelante y prohibimos La paisana Jacinta, en un arranque de intolerancia asumida, prohibamos también la columna de La China Tudela, que sólo resalta los estereotipos desagradables y mezquinos de la clase alta limeña. No, ya sé que no es racismo inverso, es una parodia brillante; pero si fuese la clase desposeída limeña la parodiada con esa causticidad, nadie repararía en esa brillantez: los mismos que hacen distingos con La China la acosarían sin piedad hasta liquidarla. Ah, pero ¿esos estereotipos sí son reales y, por tanto, nos podemos reír de ellos? ¿O es que sólo nos podemos reír de los que todos damos por sentado que son un sector privilegiado? O sea… ¿ellos sí se lo tienen merecido?

Para mí, resulta sano que nos podamos reír de todos nosotros, sea cual sea nuestra procedencia, a través de la ficción. Y que la ficción no esté solamente en manos de los privilegiados…

 

¿Acomplejados?

Lo más gracioso de la cuestión es que yo descubrí a La paisana Jacinta en la sala de espera de un oftalmólogo y rodeado de un público eminentemente andino, con varias señoras y señores mayores acompañados de sus hijas o nietas. En el monitor de la sala pidieron cambiar de canal, porque la película emitida no parecía interesar a nadie, y de golpe apareció la Paisana. De pronto, los allí presentes empezaron a reír. Y en sus dignísimas caras no vi señal de ofensa, de airamiento o de indignación.

¿Es su inocencia perjudicial para alguien? ¿Estoy yo por encima de su sentido del humor para imponerles lo que deben ver o no, lo que les debe DIVERTIR o no? ¿Debo ofenderme de que disfruten y censurarles como un acomplejado? ¿O debo ser humilde y tratar de aprender de ellos?

Y no, por más que escruté, en esos rostros tampoco vi rastro de estupidez, de ignorancia o de alguna característica digna de compasión (que aplicada por automatismo es otro modo de marginar). Así que, simplemente, me reí junto a esas personas con la Paisana Jacinta. Me reí con ganas y sin complejos. Porque en el fondo creo que es la Paisana la que se ríe de todos los que la maltratan, dentro y fuera de la serie.

Y eso me gusta en un personaje. Es la mayor prueba de dignificación que conozco.

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).