Cholo soy y no me complazcas Viernes, 18 agosto 2017

Los innombrables: estas salvajadas nunca las verás en una historia de superhéroes

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).

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Como guionista de historietas necesito que cada cómic que caiga en mis manos me haga disfrutar y aprender, y eso, obviamente, no siempre es posible. El cómic USA tiene su maestro en Frank Miller, el manga tiene su Riyoko Ikeda y su Hiroya Oku, el cómic francobelga adulto su Didier Comès o su Max Cabanes; y el humor no apto a su Édika y su Gotlib… Pero precisamente en el mercado del cómic de tradición comercial francobelga no conocía ningún título que me sacudiera el corazón: ya desde niño Tintin me parecía un personaje tontón y aburridísimo, y sus aventuras un paseo entre estatuas disecadas; y clásicos del humor como Astérix y Obélix me causaban cierto malestar por su trasfondo bélico y nacionalista. Así que había renunciado ya a apasionarme por el estilo clásico de la bande dessinée cuando, gracias a la recomendación de un librero de confianza en Barcelona, me hice con uno de los tomos de la serie Los innombrables.

Mi cabeza volvió a volar en pedazos al descubrir algo realmente distinto, fascinante… ¡y demencial!

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Una serie controvertida y extraordinaria

En este mundo absurdo en que los seres más peligrosos para el resto de la humanidad son siempre aquellos que se piensan los más honestos y puros, sin darse cuenta de que todos podemos ser nazis en cuanto imponemos a los demás que sean como nosotros, los contenidos culturales parecen cada vez más controlados, regulados y artificiosos, de confección impostada para contentar el alma esclavizada de las personas «de bien».

Pero de vez en cuando surgen contenidos que nos desbordan, desde el punto de vista estético y también moral: Los innombrables es una de esas obras, y tal vez por ello pocos se atreven a hablar de ella o se molestan en intentar comprenderla.

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Creada en 1980 por el ácido guionista Yann y por el asombroso dibujante Conrad (en la actualidad, curiosamente, al mando gráfico de Astérix y Obélix), la serie comienza narrando las aventuras picarescas de un trío de sinvergüenzas en misión de ultramar dentro del ejército estadounidense durante los años 50. Es un inicio errático con un humor extravagante, plasmado en dos álbumes que la editorial española Dibbuks recoge en un solo volumen titulado Ciclo cero.

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«Banalización de la violencia»

Pero es en la siguiente etapa, ya en los años 90, cuando la serie rompe todos los esquemas y descoloca a los lectores más avezados, al situar a sus protagonistas en territorio hongkonés y hacerles vivir aventuras de sexo y violencia con aire estético de historieta de Los Pitufos: Conrad evoluciona como dibujante hasta el punto pasmar con su ágil expresividad y virtuosismo para lo grotesco; y la mala leche de Yann alcanza cotas de imprevisible virulencia. Violaciones, insultos entre personajes racistas y masacres se suceden para asombro de nuestros ojos. Si tenemos en cuenta que la serie empezó publicándose en el semanario juvenil Spirou… ¡no resulta de extrañar el malestar generado por su existencia! De hecho, uno de sus episodios fue rechazado por la publicación.

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Incluso para el país del Marqués de Sade, esta etapa (denominada Ciclo Hong Kong en el recopilatorio español) resulta excesivamente fuerte e inclasificable en nuestros tiempos: a tal punto, que hasta en la Wikipedia gala la definen -sin que nadie firme tal demagógica y falsa afirmación- como «teñida por un humor negro constante que banaliza la violencia y el racismo omnipresentes, y a menudo gratuitos«).

Todo lo contrario. Este cómic no banaliza la violencia ni el racismo: probablemente los muestra tal como son en la realidad. ¡Y eso es lo que se nos hace insoportable! Y más representados como «dibujitos de chiste»… A decir verdad, Astérix y Obélix banalizan mucho más la violencia, por ejemplo, porque la hacen base de una historieta cuyo objetivo planteado es la diversión familiar.

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Un festival de astucia narrativa

Cuando lo cierto es que estamos ante una serie de una inteligencia pasmosa, que sabe reflejar los peores instintos del ser humano y jugar (siempre en el filo) a reírse de toda la porquería que llevamos dentro. Su siguiente saga, el Ciclo del Loto Púrpura, resulta todavía más brillante de humor y grafismo. Los innombrables consta de dos ciclos más (Corea y U.S.A.) que espero también vean la luz recopilados en lengua castellana, como los anteriores.

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En resumen, se trata de una saga deslumbrante, donde uno no para de aprender buenos trucos narrativos. Pongamos un ejemplo que todavía me deslumbra: en una de las secuencias de Los innombrables, un magnate se traslada en su coche hasta un barrio populoso para hacerle un encargo ilegal a un mercenario. Los ojos del lector recorren la página, fascinados por los bellos colores creados por la profesional Béatrice Constant, pero nuestro subconsciente lamenta el mal gusto que demuestra al pintar el coche en cuestión, en un violeta desatinado que rompe el equilibro cromático de la página. Pues bien, cuando el magnate inquiere a su contratado qué demanda a cambio de llevar a cabo su trabajo sucio, el otro le responde: «Su coche, a pesar de su horroroso color».

¡Los autores sabían en todo momento cuál iba a ser la reacción del lector y le demostraron estar un paso por delante! Sin duda, un golpe magistral, entre otros muchos de este título que recomiendo fervorosamente a todos los amantes de las emociones fuertes y las carcajadas estruendosas.

IMG_20170811_172003349_HDRUno de los «finales felices» de la saga.

Todas las imágenes pertenecen a la serie Los Innombrables de Yann y Conrad.
Fotos: Bouman.

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).