El día que fui mujer (y lo disfruté)

Hace siete años me vestí de mujer. Lo hice para la tapa de un libro que Rafo León presentó en Lima.

Mi primera idea para la sesión de fotos fue ésta:

Con esa imagen, quería homenajear a la vez a mi ilustrador favorito y a mi mayor ídolo:

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Yo ya había protagonizado fotos osadas antes y después, incluso en Lima. Por ejemplo, ésta de Víctor Ch. Vargas para la revista Caretas ese mismo año, riéndome de los estereotipos sexuales:

Poseo un físico normalito, tirando a común. Sin embargo, yo sabía que si algún día me daba por vestirme como mujer, «la hacía». ¿Por qué? Digamos que porque no soy un hombre muy guapo, pero tengo unas piernas muy bonitas:

Foto de Javier Zapata (Caretas).

Así que cuando llegó la idea de retratarme para la portada de mi nuevo libro en 2007, se me ocurrió ser mujer por un día. Lo primero y más doloroso fue la depilación de todo el cuerpo, sobre todo en ciertas partes (os ahorro la foto).

Y a continuación, lampiño como un bebé, me puse en manos de un equipo de primera:

–Concha Rodríguez, la mejor maquilladora que hay en Barcelona. Por sus polvos mágicos han pasado estrellas como Ronaldinho:

¿Su secreto conmigo? Tapar mis cejones con jabón y pintar nuevas cejas encima. Parece sencillo, ¿verdad? No lo fue.

A continuación, la peluca:

Y, vestido como la ocasión merecía, confié ciegamente en David Campos, el fotógrafo escogido. En realidad, le pedí a David que fuese mi fotógrafo básicamente porque éramos amigos desde la Universidad. Pues bien: puede que sea la mejor decisión artística que haya tomado en mi vida.

Y es que el resultado final, siguiendo su propia idea de pose, fue IMPRESIONANTE:

El éxito de mi encarnación en mujer fue excesivo: cuando el volumen salió a la venta, nadie se dio cuenta de que la «chica de portada» era yo, y muchos fans masculinos me pidieron babeantes que les presentase a la modelo del libro. En esos casos, preferí no desilusionarles con la verdad y les explicaba contrito que lamentablemente la chica vivía en Rumanía…

Mi valoración de esa experiencia es que todas las personas deberíamos cambiar de sexo por un día, al menos una vez en la vida. Algunas no lo hacen porque les provoca asco y otras porque les provoca terror: tal vez a desear después quedarse así para siempre.

¿Qué importa? Uno debe hacer aquello que le haga feliz. Es la mejor manera de hacer feliz también a los demás.
Al menos a quienes de veras te quieren.

Gracias a la diseñadora Claudia Cárdenas por desempolvar mis fotos.