Cholo soy y no me complazcas , noticias , redes sociales , violencia Viernes, 9 junio 2017

Si tienes pensamientos suicidas, no escojas una pareja que te anime a matarte: el terrorífico caso de Michelle Carter

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
Familiares de Conrad Roy III. Imagen: www.thesun.co.uk

Familiares de Conrad Roy III. Imagen: www.thesun.co.uk

Cada día de mis 21 años viví convencido de que me quería matar. Eso fue consecuencia de un estado de pánico constante que me asaltó durante meses a causa de una taquicardia inesperada: nunca había sufrido una y esta me mantuvo aterrado durante media hora una infausta tarde. Convencido de que era un infarto, decidí no salir de mi cuarto ni avisar a mis padres para no asustarlos. Esa taquicardia me dejó una secuela de temblores y miedo a mí mismo, a perder el control físico y mental, que tardé más de un año en superar.

Durante todo ese tiempo, cada día era una derrota contra mi propia mente: una voz en mi cabeza me repetía que en el fondo deseaba matarme y, por más que yo me negara, siempre terminaba imponiéndose y yo rindiendo mi voluntad. Así, no podía pasar frente a una ventana porque creía que me arrojaría por ella; ni esperar el tren en la estación porque estaba convencido de que me tiraría a su llegada; ni aferrar un cuchillo porque sabía que me lo clavaría en el cuello. Me pasaba los días metido en la cama y temblando de terror ante mí mismo.

El test mental dio como resultado que padecía principio de paranoia, pero mis visitas a consultas de psicólogos y psiquiatras resultaron absolutamente desoladoras: los psicólogos no entendían nada de lo que me sucedía y solo deseaban que me incorporara al ganado sin pensar ni sentir ni protestar, solo aceptando la anulación de todo aquello que hiciera mi personalidad especial y distinta, como si pudiéramos dominar nuestro subconsciente como un simple botón de mando; el último psiquiatra que visité me animó a tomar Prozac y, ante mi reticencia por miedo a hacerme adicto, soltó una carcajada: “¡Yo tomo medio prozac al día y estoy de puta madre!”, bramó con cara de loco.

Al final, cuando mi situación de depresión y espanto ya era desesperada y mi hilo de cordura muy tenue, me salvó el yoga: mis profesores me enseñaron que era el miedo a no controlar mis pensamientos lo que hablaba por mí, y que no debía temerlos. La enseñanza mayor fue esta: podemos vivir sin emitir pensamientos verbales en nuestra cabeza. Así superé mi trauma y mi obsesión con el suicidio, viviendo solamente sensorialmente y al momento.

Hoy, el suicidio es un pensamiento habitual en mi día a día, y creo que en el de muchas personas. Joder, cada vez que abro mi Facebook y veo cuántas cosas hacen todos los demás y lo felices que son, me tienta la idea de matarme. Pero creo que he aprendido a convivir con ello sin asustarme ni recurrir al tratamiento químico. Casi todas las personas creativas coquetean a menudo con la idea de suicidarse. Según un amigo ilustrador, es un modo también de medirse y obligarse a poner lo mejor de uno en tu obra. Por mi parte, lo pasé tan mal en aquel período de mi juventud, que supongo que aquella tortura diaria es el motivo de que en mi vida adulta no logre tomarme casi nada en serio.

Cuando era joven y me consultaban los motivos para no suicidarse, pensaba siempre que la vida era demasiado bella para cortarla de cuajo. Ahora que tengo 45 años y veo lo rápido que se pasa todo, pienso que la vida es demasiado corta para que además contribuyamos a acelerar nuestra partida.

Es bueno disfrutar lo que tenemos día a día, aunque en el fondo tampoco importe mucho. Mi crisis de miedo la tuve que gestionar solo, porque no podía contárselo a mis padres y asustarlos con lo tenebroso de mis reflexiones, aunque el problema general sí lo imaginaban. Tampoco tenía novia ni amigos con los que compartir mi angustia. Hoy me alegro de haber sido un joven friqui, tímido y solitario, porque si a mis 21 años llego a tener una novia como presuntamente fue Michelle Carter, seguro que ahora no estaría aquí respirando.

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Imagen: inquisitr.com 

Conrad Roy III tenía 18 años, una edad crítica en la estabilidad emocional de cualquier persona, cuando en 2014 se mató inhalando monóxido de carbono dentro de su camioneta. La mala suerte quiso que su novia Michelle aparentemente le animara a hacerlo, como parecen demostrar los mensajes que le envió a su celular los dos últimos últimos días de su vida: “Todo lo que tienes que hacer es encender el generador y serás libre y feliz” o “Tienes que hacerlo, Roy”.

En otros mensajes de días anteriores presentados por la policía, Michelle le recriminaba que el joven hablaba mucho de suicidio pero no hacía nada: “Me siento una idiota… porque ni siquiera lo has intentado. Dijiste que ibas a ir al bosque para hacerlo… me abrí en cuerpo y alma a ti… Creí que realmente querías morir, pero al parecer no es así… Simplemente me siento burlada y estúpida”. O “pero sé lo mucho que deseas esto y lo mucho que deseas ser feliz. Tienes que afrontar tus miedos y lograr lo que deseas”.

Según refirió en el juicio una amiga, Samantha Boardman, Michelle le confesó por mensaje de texto que la noche del suicidio el muchacho se había arrepentido y salido de la camioneta, y ella le había insistido en volver adentro para terminar lo empezado: “Salió del vehículo porque la cosa estaba funcionando y se asustó y le dije que se metiera dentro de una puta vez”, dice el mensaje.

Con 17 años, supuestamente ella quería disfrutar la notoriedad pública que rodea a una ‘viuda’ joven, ser el centro de atención como un narcisista sin noción del bien y el mal. Un mes después, tras organizar un evento en memoria del joven fallecido, le escribió a una amiga: “Ya soy como famosa, ja ja”.

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La abuela del muchacho fallecido. Imagen: dailymail.co.uk 

Estos días tiene lugar el juicio en el estado de Massachussets a Michelle Carter, ahora de 20 años, por homicidio involuntario en un caso que huele a inducción al suicidio y que podría sentar precedente en los USA. Según el abogado Peter Elikann:

En la actualidad no existe realmente ninguna ley en Massachusetts sobre si alguien puede o no animar a otra persona a suicidarse”. 

Las evidencias contra Michelle Carter son tantas y tan surrealistas que parecen inventadas por el guionista de Todo por un sueño de Gus van Sant en un proyecto similar para teenagers. Por si fuera poco, recientemente se acaba de hacer público un video del chico hablando de sus demonios interiores y su lucha por no capitular ante la pulsión suicida. Confieso que yo soy incapaz de verlo, son documentos que no soporto. A ese chico no le dieron tiempo a darse cuenta de lo relativo que termina siendo todo, incluso el miedo. No le dieron tiempo a decidir vivir.

Mientras tanto, el abogado defensor de Michelle proclama que a fin de cuentas fue decisión de Conrad el matarse. Debe ser duro presentar batalla por esas causas y poder dormir bien por las noches.

Ahora me pongo la canción de uno de mis grupos favoritos, los Bee Gees, y no puedo dejar de sentir un escalofrío al escuchar la letra:

And the lights all went out in Massachusetts the day I left her standing on her own…

Descansa en paz, Conrad.

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Imagen: thesun.co.uk 

 

Por decisión personal que entiendo muy particular y que atiende a mi conciencia, he preferido no incluir fotografías de la acusada: no me gusta difundir imágenes de una persona anónima, que no ha sido todavía condenada y que todavía vive. Es un escrúpulo mío que trato de respetar siempre. Prefiero ilustrar la pena causada por una pérdida, que incentivar la ira causada por un probable acto inhumano. Disculpadme.

Sociedad Peruana de Prevención del Suicidio, teléfonos:
(01) 451 1148, Movistar: 999 900285, Claro: 993 551228

Teléfono de la Esperanza en España:
902 500 002

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).