Cholo soy y no me complazcas , literatura , noticias Viernes, 27 mayo 2016

Oswaldo Reynoso: el maricón marxista que escribió como Dios

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
Oswaldo retrato

Oswaldo Reynoso con su preciada lámpara de la juventud eterna. Retrato: Lorry Salcedo para el libro «Arequipa lámpara incandescente». 

Maricón y marxista.

Eso fue lo primero que me fascinó de Oswaldo Reynoso. Adoro las contradicciones.

Lo conocí en 2005, él fue uno de los presentadores escogidos por la distribuidora Océano para lanzar mi libro de cuentos “Todas putas” en el Perú. Luego quedamos varias veces, me regaló su consideración y amistad y siempre encontré en él un conversador fiero e interesante, un escritor que con arrojo de Errol se lanzaba cuchillo en boca a criticar o elogiar de frente. Nunca eludió la pelea.

Le avalaba su literatura.

Y nunca decía no a recorrerse su adorado país entero para difundir oralmente la palabra escrita. Fue un infatigable divulgador de las letras, un profeta de la cultura como arma de progreso, conocimiento de uno mismo y dignidad popular hasta el final de sus días. Por eso la gente le quiere tanto.

Es de las pocas personas que he conocido que podía proclamar con fundamento estar del lado y trabajar por el bien de las gentes comunes. Sabías que era verdad: al contrario que tantos farsantes que dicen hablar en nombre del pueblo sin que éste les haya concedido ninguna prerrogativa para ello, y sin que esos advenedizos se dignen jamás mezclarse con el pueblo al que tanto juran defender, el pueblo también estaba del lado de Oswaldo.

¡Qué honestidad y qué carácter!

Recuerdo regocijado cómo hace tan sólo un año le zanjaba la discusión al director de una feria fantasma que nunca había pagado unas dietas prometidas: “Tomas tu plata y te la metes por el culo”, le gritó bien bravo por teléfono al estafador en medio del aeropuerto, como despedida fusilera, a punto de tomar el avión de retorno a Lima.

Los demás pasajeros lo miraban asombrados. Yo vibré: ¡hoy es tan raro conocer literatos rebeldes!

Ya desde el mirador a su obra, Oswaldo es un escritor excepcional, clásico y moderno, transgresor en el fondo e insuperable en la forma: la prueba está en que una sociedad tan homófoba como el Perú haya adoptado como lectura idónea para estudiantes de instituto su catálogo de homosexualidad lumpen “Los inocentes”. ¡Qué gran ironía, qué victoria de la libertad, de lo bien escrito per se!

En sociedades donde la hipocresía impone las medias tintas, abundan los medioescritores. Oswaldo fue todo lo contrario: un escritor entero que jamás se anduvo con servilismos.

Él me decía siempre que yo escribía sobre la mujer peruana con el mismo fervor y pasión con que él escribía de los muchachos peruanos, pero claro: sus apologías estéticas no se atrevían a divulgarlas mucho, los críticos pasaban de puntillas sobre ellas, porque era la suya una adoración proscrita socialmente. ¡Al menos a mí me insultaban!

En mi opinión, su novela autobiográfica “Los eunucos inmortales”, que relata algunas de sus vivencias durante los varios años que pasó en la China comunista, es un prodigio de lirismo que reúne en equilibrio feliz esa gran contradicción: maricón y marxista.

Por un lado, refleja su voluntad genuina de integrarse en la sociedad para contribuir a plasmar un sueño colectivista; por otro lado, su peregrinaje como alma en pena, como pecador sin pecado (pero con una mancha consciente cual preso acomplejado en campo de exterminio), sabedor de que su homosexualidad le convierte en un paria, en un individuo señalado con el malditismo, sentenciado a resaltar en cualquier comunidad arbitraria y severa.

Esa tensión, esa necesidad de comulgar con un ideal comunitario frente a la marca del monstruo que halla en la mirada alienante de los demás, plantea una dislocación de afectos que explica gran parte de la obra de Oswaldo. Y concretamente en “Los eunucos inmortales” sedimenta una textura de soledad casi epopéyica que lo hermana a los mejores momentos de Arguedas.

Sus últimos libros son ya, afortunadamente, una abierta celebración de la belleza juvenil masculina. Descubrimos a un narrador-alter ego más a gusto con su sombra, sabedor de que ningún ser es culpable de amar.

Y los jóvenes reconocen esa absolución extendida también hacia ellos en sus escritos. Los jóvenes adoraban a Oswaldo. Y lo van a seguir haciendo a través de sus libros.

Porque en una sociedad tejida con el mimbre de las mentiras, una literatura tan verdadera no puede dejar de convertirse en un tablón de salvamento para los corazones puros.

Dedicatoria

Imagen: Hernán Migoya

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).