Cholo soy y no me complazcas , noticias Viernes, 20 enero 2017

La biblioteca municipal de Barranco es una vergüenza para todos los hipsters y pitucos del distrito

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).

Desde el 1 de enero vivo en Barranco: ¡la ciudad de los hummus y los hipsters y la gente cool! ¡De los extranjeros y los extranjerismos!

Y es que en Lima no puedes ser escritor y no vivir en Barranco, me decían: el relajo del ambiente, las casonas antiguas, la armonía, la cultura y la bohemia que se respiran en este barrio… ¡Barranco es la versión peruana del Soho de Nueva York!

Así que me he mudado, sí, y en un año ya tenía pensado ser un nuevo yo: llevar sandalias (por mucho asco que me den), shorts cagados, polo con algún personaje audaz de serie también audaz (pero siempre estadounidense, ojo), gafas de sol, una barba florida de medio metro donde plantar flores y dejar la baba de mi perra porque me hace sentir más persona, un ejemplar del Mi lucha (el del autor noruego, no el del austríaco, claro) o de Paul Auster o Murakami o de algún filósofo del que haya oído hablar por primera vez en Facebook al haberse muerto; y, obvio, hacerme cliente fijo de restaurantes macrobióticos y alguno que otro microbiótico también (por no decir microbioso o pulgoso)…

¡Mi «viejo yo» estaba impaciente por metamorfosearse en ese «nuevo yo» delicado, culto y rubio! 

Hasta quería comprarme un sobrante de pelo en alguna peluquería para hacerme una coleta…

Bueno, pues para empezar, en las tres semanas que llevo aquí, me han estado a punto de atropellar tres veces: un imbécil en su carro mirando únicamente hacia un lado antes de meterse en Pedro de Osma y otros dos imbéciles en bicicleta que van por la vereda a toda leche y gritan permiso a un metro de mi espalda… El tercer ciclista incívico irá al suelo de una patada mía en el sillín y espero que un carro le pase por encima de la cabeza, para darle un poco más de colorido rosáceo y contenido “sesudo” al barrio. (Es broma: le sonreiré y denunciaré cordialmente).

Pero en fin, todo sea por el aire de bohemia, cultura y armonía (¿era en ese orden?) que se respira en Barranco. Año nuevo, vida nueva: ¡aquí iré a algún vegetariano para empezar a cuidar mi cuerpo y haré yoga para empezar a cuidar mi mente! Y luego enfilaré a la Biblioteca Municipal de la plaza de Barranco, que se prevé un espacio seguramente encantador, con ese aire histórico y kitch a la vez de su fachada, donde elegiré una mesa en un rincón bucólico para empezar a escribir mi nueva novela y me dejaré bañar por una cálida cortina de luz procedente de sus ventanas de añeja madera… ¡Cómo no inspirarme allí dentro, rodeado además por libros de Poe, de du Maurier, de Arguedas, de Cortázar, de Aldecoa, de…!

Henchido el corazón ante la perspectiva de crear mi nueva obra en un lugar así, cojo mi portátil y me dirijo a la mentada Biblioteca Manuel Beingolea: traspongo el bonito umbral del edificio y lo que me encuentro es…

¡¡¡ESTO!!!

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En efecto, lee y… devuelve (tu comida macrobiótica al suelo).

Estoy acostumbrado a cierta precariedad en los espacios públicos limeños, pero… ¡esto! Para empezar, no parece una biblioteca: es como me imaginaría la sala de reclusos adonde ir a visitar a mi familiar preso. Un lugar ruinoso y triste, tremendamente triste.

Y los libros… ¿Qué decir de los libros? Me acerqué a la pared con la única estantería corrida que conformaba la biblioteca: la mayoría de secciones eran de tipo técnico y, cuando localicé el apartado de Literatura Universal, se me cayó el alma al suelo… ¡Dos estantes! ¡¡¡Dos miserables estantes!!!

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Con ustedes, la literatura universal: sin orden, ni concierto, ni criterio… ni presencia.

Entre los “selectos” volúmenes, títulos españoles del best-seller Ildefonso Falcones o del alimenticio César Vidal… Clásicos, poquitos, poquísimos.

Tuve que salir huyendo de allí.

Antes le pregunté a la amable encargada si esa era toda la Biblioteca y si era municipal. Me respondió sonriente que sí a ambas cuestiones. No pude soportar más estar metido en aquella burla cruel a la cultura y a los ciudadanos de una capital.

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Este libro en Crítica Literaria sí me hizo gracia porque es de un amigo.

Señores barranquinos pudientes, esos que tienen sus casas bonitas en el malecón y que tienen unos carrazos que no se detienen ante ningún peatón y que algunos presumen de leer y ser cultivados, incluso versados en literatura y poesía… ¿No les da vergüenza tener una biblioteca en ese pésimo estado?

¿Alguna vez la han visitado para conocer si sus vecinos sin recursos pueden acceder a una fuente de cultura digna en una de las instituciones públicas básicas en cualquier ciudad? ¿Nunca han tenido los cojones de acercarse a donar un libro, alguno que hayan leído o alguno que hayan comprado, un maldito libro que les sobrara después de almorzar en el restaurante de Gastón y felicitarse a sí mismos porque se han vuelto furibundos antifujimoristas y nadie se ha dado cuenta de su paulatino cambio de acera?

Y los europeos, los españoles que viven aquí, que están acostumbrados a buenas bibliotecas gestionadas con dinero público… ¿no les ha llamado esto la atención? ¿No les ha parecido digno de protesta?

¡Vergüenza, debería darles a todos vergüenza!

Si en la municipalidad no saben cómo es una biblioteca decente, pasen por la Alianza Francesa en Avenida Arequipa de Miraflores o por el Centro Cultural Español en el distrito de Lima y fíjense un poco. Obviamente no necesitan llegar a ese nivel, pero un poco de organización y el conformar un contenido razonable en cantidad y calidad no depende en realidad del presupuesto, sino de saber trabajar y tener ganas de hacerlo.

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Lo mejor de la Biblioteca, su anuncio a la entrada.

Hace poco escribí sobre una valiente muchacha de Puente Piedra, Yesenia Salazar, que estaba reuniendo libros donados para un Hogar de niños en el distrito de Magdalena. Pues bien, a los pocos días de hacer pública la recaptación de libros, me envió esta foto de los 172 volúmenes (con Lorca, Arguedas, y más clásicos entre ellos; también libros malos y hasta alguno religioso, pero no soy yo quién para hacer una purga) que habíamos conseguido entre los dos:

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Libros conseguidos en dos semanas, recolectados en persona entre ella y yo de generosos donantes. Foto: Yesenia Salazar

Yo le dije: “Yesenia, ¿vas a donar también esa estantería?”. Y ella me dijo: “No, es muy pequeña y está rota”. Un carpintero le va a montar una buena estantería gratis con maderas recicladas. Esta chica es mejor gestora que la mayor parte de políticos que conozco…

Y ahora díganme otra vez, seriamente, alcalde y ciudadanos pudientes y cultos de Barranco: ¿no les da vergüenza tener esa Biblioteca Municipal?

Porque a mí sí me da vergüenza vivir en un barrio con una biblioteca tan mal provista y gestionada.
Eso sí, la iglesia de enfrente la tienen preciosa.

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Por fuera parece otra cosa, ¿verdad? Foto: munibarranco.gob.pe.

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).