Cholo soy y no me complazcas Viernes, 11 marzo 2016

«Todas Putas»: el día que Mario Vargas Llosa me salvó de ser quemado en la hoguera

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
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Imagen: Cubierta de la edición original de Todas putas (Ediciones El Cobre, 2003) con la deliciosa ilustración pin up de Elvgren.

Yo soy el Monstruo de Frankenstein, el Jorobado de Notre Dame, el Fantasma de la Ópera de las letras españolas.

En 2003, tuve la mala fortuna de debutar en la ficción literaria con un libro infame, un libro execrable que no debiera existir, un libro maldito que ha marcado mis días para siempre y me ha convertido en un apestado cultural, en el hijo tonto y tartaja que las familias de bien ocultan siempre en la última fila para que no aparezca en sus fotos.

Ese libro era un volumen de cuentos humorísticos y románticos titulado Todas putas. La prensa sólo leyó el primero, El violador, una sátira sobre las relaciones heterosexuales narrada desde el punto de vista de una parodia de violador en serie. Su inicio supone probablemente la frase más recordada de mi literatura: “Ahora que todos los negros son buenos y todos los maricones unos seres muy simpáticos, a ver si la sociedad ésta se reúne y decide de una vez que no todos los violadores somos mala gente…”. Juzguen ustedes en este enlace si el cuento es tan ofensivo y decidan si la capacidad de ofender no es una virtud cuando hablamos de literatura.

Bien: mi libro fue publicado por una estupenda editora, Miriam Tey, una persona valiente, inteligente y con un exquisito sentido del humor, quien además por aquel entonces ocupaba el puesto de directora del Instituto de la MujerMi libro le costó su cargo público y su desaparición absoluta de la vida política española de por vida.

En cuanto a mí, toda una serie de “colegas” de profesión me lincharon en público con un entusiasmo y falta de cariño francamente admirables, exigiendo a voz en grito la prohibición de Todas putas y mi encarcelamiento inmediato por haber escrito una “apología de la violación” (sic). No voy a citar a esos inquisidores, personalidades menos de fiar que un periodista político, sino a los escritores que sí me defendieron: entre otros y entre los primeros, Eloy Fernández Porta, ensayista e intelectual barcelonés que publicó una defensa cabal en la que puntualiza el verdadero objetivo de mi creación, encabezando además un manifiesto colectivo en mi apoyo; la aguda escritora Empar Moliner y el reputado escritor Quim Monzó; la novelista y librepensadora Elvira Lindo y, curiosamente, el autor peruano Fernando Iwasaki, con un certero texto que aun hoy me conmueve. (Sabedor de que él reside en Sevilla, aguardo el momento de conocer a Iwasaki para agradecerle frente a frente su arrojado gesto, como hice en su momento con todos los mencionados.)

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Imagen: Reedición del libro en 2012 por la editorial Rey Lear, con una nueva y flamante ilustración de portada realizada por Fernando Vicente.

No pueden ustedes imaginar la avalancha de insultos públicos que cayó sobre mi persona. Fueron tantos y tan atemorizantes, que cometí el mayor error de mi vida: ocultarme y no dar la cara en los medios. Un desatino por mi parte, porque la opinión pública nunca me puso rostro humano ni comprendió que todo había sido una mala interpretación precipitada y en muchos casos interesada de unos relatos de humor. Además, yo procedía del mundo de los cómics, donde llevaba diez años de carrera como guionista con mis modestos reconocimientos acumulados y mi pequeña reputación ganada pacientemente; reconocimientos y reputación, por otro lado, que no significaron nada para la prensa que más se dejó oír: para muchos periodistas y escritores, el medio de la historieta sigue constituyendo una soberana mierda a la que prestan nula atención. Así que la mayoría me recibió, por ignorancia suya y no demérito mío, como si yo antes de Todas putas nunca hubiese escrito una torpe línea ni ganado ningún premio: si procedes del mundo del cómic, hay muchas posibilidades de que te traten como a un don nadie en las demás disciplinas artísticas.

Con la distancia sí resultó hasta divertido comprobar que en cuestiones de estupidez y sinrazón, nada distingue a la gente que se considera de izquierdas o de derechas: casi todos dicen las mismas idioteces y justifican la misma censura cuando les conviene.

Tras un mes aproximado de linchamiento impune, viendo que muchos amigos personales me dejaban de hablar pese a que sabían de mi posición progresista en temas sociales (“Hay cosas de las que un escritor no se puede reír”, me reiteraban con asco: claro, ellos sí se sentían perfectamente capacitados para elegir para mí los temas de los que yo me podía reír o no…), y cuando ya no me quedaba otra salida que aceptar mi culpa, subir al cadalso, dejarme atar a un palo y arder en la hoguera por mis pecados ante la muchedumbre indignada, algo cambió: Robin Hood hizo acto de presencia, salvándome in extremis…

Me refiero, sí, a Mario Vargas Llosa.

Una mañana recibí la llamada alborozada de mi editora: “Compra el diario El País: te va a gustar”.

Le hice caso y mis manos temblaron al descubrir este artículo del gran escritor

Con el alma en vilo, me senté en un banco del paseo de Sant Joan en Barcelona y leí su apasionada defensa de Todas putas. Leí cosas como ésta: “Nadie prestó la menor atención a las declaraciones del autor, Hernán Migoya, recordando que no se debe confundir a los personajes de una ficción con el autor que los inventa atribuyendo a éste las opiniones de aquéllos. (…) Lo primero que cabe concluir de este episodio es que quienes, por oportunismo, hipocresía o simple ignorancia, se precipitaron a blandir el libro de cuentos Todas putas como un garrote contra Miriam Tey y el Gobierno que la nombró, tienen una idea de la literatura que coincide milimétricamente con la de los regímenes autoritarios -clericales, comunistas y fascistas- para los que el quehacer literario debe ser sometido a una rigurosa censura previa a fin de impedir que ciertos textos disolventes, inmorales o violentos causen estragos en los incautos lectores, convirtiéndolos en subversivos, terroristas, asesinos y pervertidos. Detrás de esta concepción ingenua y confusa de la manera como las ficciones de la literatura influyen en la vida hay, en verdad, un miedo pánico a la libertad.

Como comprenderán, para cuando terminé de leer el artículo las lágrimas rodaban libremente por mis mejillas. Sentía que al fin alguien había entendido lo que yo pretendía con mi obra y, por primera vez, se hacía escuchar por encima de la insaciable sed de estridente violencia impresa y oral que había ejercido contra mí aquella marabunta desbocada y supuestamente letrada y racional: casi todos los demás periodistas, opinadores mediáticos y, tristemente, también mis colegas de profesión.

Sentí que, en efecto, alguien me liberaba.

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Adaptación a cómic de los quince cuentos de Todas putas, realizada por quince reconocidas autoras de España y Latinoamérica, encabezadas por Carla Berrocal (2014, Dibbuks Ediciones).

Después de que Vargas Llosa interviniese en el ruedo público a mi favor, todos callaron como cobardes. Fue muy interesante comprobar la influencia y autoridad moral del escritor de La casa verde en el panorama cultural español. Hubiese resultado gracioso, si antes no se hubiesen ensañado con mi persona, mi nombre y mi reputación, presenciar cómo la mayoría de mis linchadores agachó la cabeza y trató de desmentir lo que con tanto aplomo y desfachatez habían afirmado hacía sólo unos días. No, no, ahora ninguno de ellos quería censurar mi libro, faltaría más…

Meses más tarde recibí por correo postal un ejemplar de El paraíso en otra esquina dedicado por su autor. Y cuando la vida me llevó al Perú por vez primera, Mario Vargas Llosa y la encantadora Patricia Llosa me recibieron en su casa para interesarse por mí.

Así supe que Mario no se podía permitir acompañarme de visita a Polvos Azules como a mí me hubiese gustado, para recomendarle unas cuantas películas; que había disfrutado mi novela gráfica Olimpita y se declaraba incapaz de emular a los guionistas de cómic narrando historias con viñetas; o que, en efecto, tal como le sugerí tras la lectura de Travesuras de la niña mala, una novela que tengo en mucha estima, tal vez la Niña Mala no era otra cosa que el Perú que tanto lo maltrataba desde tiempos añejos y al que él, pese a todas las glorias y amores recibidos en otros lares, no podía dejar de querer.

Por eso, por lo sufrido en carne propia y por todo lo que le debo, deseo que Mario Vargas Llosa tenga el 80º cumpleaños que se merece como enorme escritor y defensor a ultranza de la libertad creativa.

Él un día me salvó a mí. En otra ocasión el Perú no permitió que él lo salvara: creo que su nación le hizo el mayor favor de su carrera literaria.

En cualquier caso, la mancha que cayó sobre mí como persona pública ha quedado ahí, indeleble, quizá para siempre. Durante la última década publiqué varios libros más, de muy distinta temática e intereses, pero la prensa persistió en etiquetarme como “el autor de Todas putas”, reprochándome casi siempre que escribiera textos polémicos si los escribía y, paradójicamente, no hablando de mis libros si no eran polémicos…

Por eso vago desde entonces por las cloacas de Notre Dame y entre las bambalinas de la Ópera de París, con el alma en pena y la salud por los suelos, ascendiendo de vez en cuando a una almena del castillo de Frankenstein para aullar mi soledad a la luna.

Un día, harto de que prejuzgaran mis nuevas obras sin leerlas y del gueto al que me estaban condenando, harto de que me tratasen como a un monstruo, decidí irme de España.

Y me quedé en el Perú, donde las mujeres limeñas, más hermosas y activas sexualmente que las europeas, acarician mi joroba y procuran alivio a esta pesada carga de muerte en vida que debo sobrellevar hasta el día que desaparezca de la faz de la Tierra.

Pero mi obra vivirá.

Los interesados pueden seguir el hilo de la polémica sobre Todas putas, tal como la sufrí, en la página de prensa de mi web personal: http://hernanmigoya.com/prensa/

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).