Cholo soy y no me complazcas , historia Viernes, 4 diciembre 2015

¿Qué tiene de malo o ridículo querer ser peruano?

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
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Mi «momento chullo», hace cinco años en El milagro peruano.

Se acaban de cumplir dos años desde que estoy felizmente instalado en Lima, disfrutando de la hospitalidad peruana. Desde el primer momento en que me quedé a vivir aquí, decidí que me nacionalizaría peruano en cuanto pudiese y se me permitiera. Puedo afirmar sin ningún tipo de reparo que nunca había sido tan dichoso en ninguna otra parte del mundo.

Los motivos de mi deseo de hacerme peruano pueden resultar chocantes a quien no me conozca o no conozca mis circunstancias, pero no son en absoluto sorprendentes para quienes sí me conocen: para empezar, provengo de un ambiente familiar que tuvo siempre Latinoamérica muy cerca de su corazón. Mi madre se crió desde los 14 a los 19 años en Argentina, enviada bajo la tutela de un familiar por su madre, porque no tenía para darle de comer tras la dura posguerra española; mi padre emigró asimismo a Buenos Aires en los años 60 y encontró trabajo como mesero. Años después, ambos volvieron casados de Buenos Aires y se instalaron en Barcelona, pero a los 8 años la única música que yo escuchaba en mi hogar barcelonés era de Jorge NegreteCarlos Gardel Chabuca Granda.

No he venido al Perú por razones económicas, sino porque me siento feliz aquí. Un día descubrí que, desde aquel 2005 en que visité por primera vez este país, los mejores dos meses del año eran siempre los que vacacionaba en suelo peruano. Así que decidí que quería estar siempre así de contento. He nacido en una vieja nación que se desmorona y me he instalado en una nueva, que está en construcción en vez de en demolición (vale, a veces parece una construcción un poco lenta), con todo un futuro por delante. Me resulta imposible explicar con palabras la satisfacción que genera el sentirse parte de una sociedad que avanza junta, sin polarizarse ideológicamente en dos bandos condenados a odiarse y entrar en guerra periódicamente. Provengo de un lugar donde si decía que me sentía catalán me acusaban de ser antiespañol y si decía que me sentía español me acusaban de ser fascista: un lugar con dos nacionalismos excluyentes, donde no se puede querer ambas tierras por igual.

En cambio, puedo amar el Perú sin que nadie me joda.

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«Pues hombre, soy peruano, ¿qué pasa? Joder ya, hostia.» Foto: Man Ray

Por eso me extraña que al decir que quiero ser peruano, algunas personas se rían y burlen de mí, como si fuese un deseo ridículo o vergonzoso. Lo que más me choca de tal actitud es que ¡siempre proviene de ciudadanos peruanos! Yo creía que ellos estaban orgullosos de su patria y de su nacionalidad, así como de recibir a personas extranjeras que quieran formar parte de este hermoso lugar que han creado… pero al comunicarles mi deseo, parece que no me tomasen en serio o les pareciese imposible -o dan por sentado que me motivan razones oscuras e interesadas, nunca limpias-. Es algo que me deja perplejo, la verdad, porque yo me sentiría orgulloso de que alguien de fuera quisiese pertenecer a mi país.

Los amigos de acá me comentan que en esa reacción incrédula y burlona hay arraigado en el fondo un profundo complejo de inferioridad que yo no logro comprender. ¿Por qué no creen que soy sincero? ¿Qué retorcida razón les puede llevar a creer que yo no podría seguir mi vida tranquilamente en España, donde he dejado a mis padres queridos y donde siempre me he ganado muy bien la vida?

Muchísimas veces he enumerado por qué estoy enamorado del Perú. Creo que en estos dos años he contribuido en lo posible a integrarme y aportar mi granito de arena a su sociedad: he escrito el primer libro dedicado exclusivamente a la belleza de la mujer nacional, «50 peruanas de bandera«, rompiendo toda jerarquía basada en los prejuicios clasistas y racistas que inundan los medios de comunicación; he organizado y guionizado una miniserie de cómic sobre la infancia del mayor héroe peruano. «Grumete Grau«; he co-escrito junto a Marco Sifuentes una novela gráfica periodística dedicada a la bestia negra del show business peruano, Laura Bozzo; coordino una colección de cómics que ha llevado a todos los kioscos y al precio más bajo que se me ha permitido dos hitos del cómic mundial, con la pretensión de empezar a potenciar el cómic peruano; ayudo a todos los historietistas peruanos que puedo a promocionar su obra; he escrito el guion de una película para el mejor cómico del mundo, Melcochita

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Hernán Migoya es uno de los autores de «Señorita Laura», cómic presentado en la Feria del Libro Ricardo Palma.

Obviamente, es lícito que se me critique si esos trabajos no satisfacen artísticamente. Lo que no entiendo es que haya personas que se mofen y no paren de dirigirme insultos y comentarios maliciosos sobre mis intenciones como ciudadano. ¿Es que ellos no consideran digno de admiración el ser peruano?

En mi vida hasta la fecha dentro de la sociedad peruana sólo me ha sucedido una circunstancia desagradable y que lamento profundamente: ha sido aquí donde por vez primera alguien me dijo que yo era «blanco». Jamás había pensado en términos de raza y mucho menos que yo perteneciese a la que comúnmente se denomina como blanca. Siempre me sentí mestizo, con mucha más sangre marroquí que europea, así que me costó mucho darme cuenta de que era a mí a quien se referían en esos términos.

El ser percibido como «blanco» es algo que, para mí que de muchacho paradójicamente siempre quise ser negro o indio (disculpen los estereotipos, de niño esos estereotipos me fascinaban hasta el punto de configurar mis role models íntimos), tengo que asimilar con incredulidad, porque afortunadamente yo no me muevo con ese chip en la cabeza cuando me relaciono con los demás. Y tal vez sea eso lo que a algunas personas les irrita de mí. En fin, si les sirve de consuelo a esas personas, les garantizo que jamás voy a pensar en términos de raza. No van a lograrlo. Para mí solamente existen las personas. Sí, personalmente me gustaría tener un tono de piel más oscuro… pero tampoco me voy a amargar por ello.

Creo que eso es todo lo que quería expresar. Quiero agradecer una vez más a todos los peruanos y peruanas que me han acogido tan maravillosamente estos dos años, a esos peruanos y peruanas que, sin ser fanáticos de las fronteras ni xenófobos, estiman su tierra y se alegran de que yo quiera formar parte de ella. Y a los que me odian e insultan, les agradezco que hayan ampliado mi vocabulario personal: «mermelero», «franelero», «figureti»… ¡Qué palabras tan divertidas para añadir a mi conocimiento del idioma!

Ahora en serio, aprovecho para salir del clóset nacionalista: ¡quiero ser peruano y estoy encantado de vivir en el Perú! ¡Gracias de corazón a quienes me tiendan su mano!

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).