Cholo soy y no me complazcas Lunes, 9 marzo 2015

Esta generación de jóvenes peruanos y peruanas nos hará a todos mejores personas: crónica de la Marcha por la Unión Civil

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
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Es hora de actuar todos juntos.

No acabo de entender muy bien el funcionamiento de Facebook: invité a mi centenar de contactos en Lima a la Marcha por la Unión Civil del pasado sábado, diez personas me confirmaron su asistencia… y juraría que no se presentó ni una. Creo que no he aprendido todavía cómo funcionan las redes sociales…

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Viva la Unión Civil… ¡y viva el manga!

La cuestión es que, con ese defecto que no logro extirpar de mí y que consiste en llegar puntual a los compromisos adquiridos, me presenté a las 3 PM en el Parque Washington y enseguida me asusté terriblemente: había a los sumo 20 personas en el punto de encuentro de la Marcha por la Unión Civil. Entré en pánico: ¡la convocatoria iba a ser un fracaso!
Sin embargo, los que sí se habían congregado allá estaban de lo más tranquilos: «Ya irán llegando los demás», me tranquilizó Carola Gutiérrez Paz, una de las organizadoras.
Y así fue.

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Parafraseando a Shakespeare: «¿Acaso los gays no sangramos… y no hueveamos?». Realmente juraría que éstas son personas normales como tú y como yo. (Miembros de la asociación Casa Diversa esperando con filosofía que empiece el mogollón.)

Mientras aguardábamos a que llegase todo el mundo, uno podía perderse en la mitad del parque que estaba ocupada por puestos de todo tipo, tanto los de parafernalia activista y contestataria como otros tenderetes más góticos y jipis, ofreciendo fanzines, artesanías, merchandising anarquista-feminista-indigenista…

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Un policía interesándose por la cultura underground.

Como tenía que pasarme dos horas deambulando por allá, compré varios recuerdos:

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Los souvenirs que adquirí en el Parque Whashington: el fanzine ecuatoriano La Culeka, una imagen santa de Freddie Mercury y un colgante con el retrato de Poe.

Pronto se animó el ambiente. Llegó Carlos Bruce y empezó a conceder entrevistas a troche y moche, reiterando una consigna clara: la Ley de la Unión Civil se aprobará más pronto que tarde, porque así es el signo de los tiempos y hoy no se puede vivir de espaldas al resto del mundo (bueno, eso en el caso de los países con democracia, claro.)

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Me encanta esta pose de Carlos Bruce en plan General Patton explicando su estrategia de avance de tropas ante los medios.

También me llamó la atención Mimí Salas, una deslumbrante joven que hacía y deshacía por doquier con un megáfono en la mano y que arengó a los voluntarios con una energía y entusiasmo admirables. También concedió un par de entrevistas. Me quedé boquiabierto cuando más tarde pudimos hablar y me contó que tenía… ¡23 años!

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Mimí Salas también explicó los objetivos de la convocatoria.

Al fin se presentó una cantidad considerable de muchachos y muchachas y pudo estar todo listo para iniciar la Marcha.

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Bien dicho, señora: una lección para todos los padres del mundo.

Todos sabéis que soy muy figureti, pero la triste realidad es que en público me acobardo, me entra el pánico escénico y un extraño complejo proletario que me imbuye de pudor y timidez… Así que me coloqué en un lugar discreto, la cola de la bandera del arcoiris, y ayudé a sujetarla durante todo el trayecto hasta la Plaza San Martín y vuelta.

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Dos pruebas gráficas de que no inventé el contenido de este artículo: estoy al final de la estela azul, de frente en la primera foto. (Foto de Perú21)

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De espaldas en la segunda. Foto: sinetiquetas.org

Me seguía fastidiando no ver a ningún amigo. Me encontré con mi brillante colega de Útero Regina Limo y el propio Bruce en el Parque, pero salvo chicos y chicas que me reconocían o me abordaban simplemente por la buena onda que reinaba, no me topé con ningún conocido hasta que ya a mitad de la Avenida Arequipa me alcanzó la artista Shila Alvarado, con quien siempre he congeniado. Allí estaba ella dando también dando ejemplo. Llevamos juntos la bandera un buen rato.

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El cabezón plantado en la estela azul es el mío. Al extremo izquierdo, la bella cabeza de Shila Alvarado. (Foto de Andina.com.pe)

Para mí lo más sorprendente y significativo del evento fue la edad de los participantes: casi todos eran veinteañeros. También había algún que otro grupo de cuarentones e incluso alguno que osaba ir por libre como yo, pero la juventud predominaba con mucha diferencia.

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Posero como soy, también quise salir en esta foto: pero los que tienen mérito son los de la foto de arriba.

Mirando la muchachada, me entró la melancolía: pensé en todos mis amigos gays de cincuenta años para arriba, esos que ya están resignados a no salir del clóset, para los que la mentira pública se volvió un modo de vida, demasiado arraigado como para cambiarlo ahora… Me pregunté qué pensarían si estuviesen allí y vieran tantos chicos y chicas sanos y guapos haciendo lo que su generación no pudo o no se atrevió a hacer.

Ésa es una de las razones por las que me emocionó tanto estar allí presente.

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Estos chicos me reconocieron: ¡qué ilu, mamá! De izda. a dcha.: Joss Cajavilca, Andrea Rodríguez y Fernando Nolazco.

Otro de los motivos por los que me emocioné fue por el carácter acogedor y festivo que tuvo la Marcha: no fue una manifestación de rencor ni de resentimientos. ¡Al contrario! Fue una explosión de vida: miles de jóvenes tomando las calles y diciéndonos «¡Miradnos! Existimos y no somos peores que tú». Fue una ola de color y alegría invadiendo durante unas horas las calles grises, llenándola de gritos de sensatez y vitalidad. Había un aire de carnaval.

No existían los prejuicios y los manifestantes no proclamaban acusaciones crispadas ni mostraban irreversibles penas: todos estaban felices. ¡Por fin una manifestación sin victimismos!

Hacía tiempo que yo no recibía una lección de vida como la que estos muchachos y muchachas me dieron el sábado.

El único momento apurado que pasé en la Marcha fue cuando los chicos empezaron a gritar a los edificios en torno: «¡En ese balcón hay un maricón!» o «¡En esa ventana hay una lesbiana!». Yo me encogía instintivamente, pensando: «Como en ese balcón o en esa ventana haya en realidad uno de esos homófobos que dejan comentarios intolerantes en Útero, aquí va a haber hostias a tutiplén».

Pero no pasó nada. Los ciudadanos asomados sonreían y captaban el tono bromista de las frases. Incluso los policías que nos escoltaban se reían por lo bajini…

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«¡Serenazgo!», gritaba alguien y todos echábamos a correr riendo: buen humor y sano espíritu de concordia en la Marcha por la Unión Civil. (Foto de sinetiquetas.org)

Dimos la vuelta al ruedo de la Plaza San Martín y nos volvimos de regreso al Parque Washington. La única pega que le pondría a la convocatoria es que no empezase enseguida algún espectáculo en el propio parque para relajar al gentío presente, después de la tensión y cansancio tras varias horas marchando. Ante la falta de un show ameno (una banda de música festiva hubiese servido), los participantes se empezaron a disgregar para buscar su propia juerga en bares y discotecas.

En resumen: yo invitaría a todos a acudir a una Marcha como ésta cuando vuelva a repetirse (porque imagino que alguna más será necesaria). Tuve allá la suerte de conocer gente maravillosa, como el psicólogo y consultor José Manuel Delgado Taboada, que se moviliza tras la consigna «Heterosexuales por la Unión Civil» (como escribe en su FB, «No necesitas ser gay para estar a favor de los derechos LGTBIQ. Sólo te hace falta ser humano, tener empatía.») o el joven estudiante de Comunicación Fernando Nolazco, o las propias Mimí y Carola, y muchos más.

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Graciela y yo nos cruzábamos todo el tiempo y, cada vez que nos mirábamos, se nos escapaba la risa. Al fin nos presentamos: Love at first sight!

Para terminar: ¿sabéis por qué apoyo la Unión Civil y por qué me parece importante que todos la apoyemos?

Sí, claro, porque me gustaría que ninguna persona vuelva a sufrir lo que han sufrido y sufren amigos míos por culpa de su orientación sexual.

Pero en el fondo es por egoísmo: porque hoy los marginados, los discriminados, los represaliados son ellos. Pero algún día, tal vez mañana, tal vez dentro de unos años, puede que a algún poder establecido, a alguna dictadura o a la propia sociedad le dé por marginarnos, discriminarnos, represaliarnos a ti o a mí  por alguna causa igual de absurda, porque de pronto nos asocia con algo «perjudicial» para su régimen o ideal de país.

Y entonces tú y yo vamos a querer que mucha gente tan íntegra y buena como ésta nos apoye.

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Peruanos de hoy y del mañana por un futuro y una sociedad más justas.

Yo he aprendido mucho de esta avalancha de jóvenes peruanos y peruanas. Llevo diez años visitando esta acogedora nación y nunca había encontrado un cambio de mentalidad tan radical frente al tradicionalismo conservador de antaño. Internet y las redes nos han hecho mucho bien a todos. Somos ciudadanos del mundo: estos chicos son saludables porque tienen una mentalidad abierta y responsable.

Estos jóvenes peruanos y peruanas van a hacer del Perú un país todavía más hermoso de lo que ya es.

Estos chicos y chicas tienen mucho que enseñarnos.

Ahora nos toca a nosotros escucharles.

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).