Cholo soy y no me complazcas Viernes, 16 enero 2015

Ésta es la nota de suicidio más bonita que has leído nunca (en un libro que eleva el crimen a Arte)

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).

“Creo que soy un buen maestro. Lo creía hasta que salió aquel Panchito Contreras. No me hacía ningún caso, ni aprendía absolutamente nada: porque no quería (…) Los demás niños empezaron a burlarse de mí. Perdí toda autoridad, el sueño, el apetito, hasta que un día ya no lo pude aguantar, y, para que sirviera de precedente, lo colgué de un árbol del patio”.

Crímenes ejemplares

Lo bueno de la literatura es que a casi nadie le importa la posible dureza de su contenido, 1) porque es un medio de expresión con mucho prestigio y 2) porque casi nadie lee. Así, tú puedes dejar libros tremendos de apariencia inofensiva al alcance de cualquier menor y ningún adulto pondrá objeción, mientras que ese mismo contenido divulgado por televisión desataría escándalos y acalorados debates morales.

Ése es el caso de Crímenes ejemplares del escritor germano-franco-hispanomexicano Max Aub (1903-1972). La obra se puede comprar en los quioscos de Lima sin ninguna advertencia sobre la aspereza de su texto, aparentemente apto para todas las edades por ese envoltorio de “clásico literario” que lo arropa. Yo lo adquirí en uno de esos saldos que improvisan con cuatro libros a cinco soles el lote.

Escrita en 1957 en México, donde el republicano Aub se exilió huyendo de la victoria franquista y tras varias temporadas preso por comunista, esta obra expone con mucho humor negro los motivos de diversos personajes para matar al prójimo, ya sean hombres, mujeres y hasta niños… satirizando (esa palabra de moda) la naturaleza humana con tanta audacia (hoy tal vez nuestra sociedad biempensante lo juzgaría brutalidad) como exquisitez formal.

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Elogio de los excesos

En el prólogo del librito, el autor confiesa que está escrito “sin más deseos que explicar el arrebato”. Así habla también, con cierta sorna, del crimen pasional: “Los hombres son como los hicieron y querer hacerlos responsables de lo que, de pronto, les empuja a salirse de sí es orgullo que no comparto”. Y, siempre zumbón, concluye que los humanos son iguales en todos lados: “Un siciliano, un albanés mata por lo mismo que un dinamarqués, un noruego o un guatemalteco. No digo que un norteamericano o un ruso, por no herir fuertes susceptibilidades”.

Sin apearse de la ironía, pone en solfa el autocontrol y la mesura de conducta: “No vamos a ninguna parte, el gran ideal es, ahora, la mediocridad; vencer los impulsos. En la supuesta dignidad de castrarse han muerto muchos de los mejores”. Y, barnizando de verídico lo que obviamente sólo se debe a su talento creativo, añade que, “sólo dos confesiones vienen de boca de alienados. En general, los locos fueron decepcionantes”.

Para invitar al lector de cualquier edad a sumergirse en la lectura de estos ficticios “crímenes ejemplares”, Aub rubrica con una brillante confesión sobre su estilo: “Siempre que pude evité así la monotonía, que es otro crimen”.

¿Os imagináis a un conductor televisivo leyendo los siguientes párrafos en su programa? Sería divertido comprobar las reacciones (y si ello se refleja al día siguiente en la tasa de crímenes nacional).

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Ilustración del cubano Muñoz Bachs para la edición de 2001 ilustrada por 32 artistas (Ed. Media Vaca)

 

Una selección de asesinatos “justificados”

1) “¿Usted no ha matado nunca a nadie por aburrimiento, por no saber qué hacer? Es divertido”.

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Adaptación a cómic de Frank Arbelo.

3) “…Me habló de mala manera: ‘Que si por ser mujer creía que las leyes de tránsito se habían hecho para los que gastan pantalones’ (…) Vio una mujer sola y estaba seguro de salirse con la suya (…) ¡Aquel hombre no tenía ningún derecho a hacer lo que estaba haciendo! Yo tenía la razón. Furiosa, puse el coche en marcha, y arranqué…”.

4) “Era tan feo el pobre, que cada vez que me lo encontraba, parecía un insulto. Todo tiene su límite”.

5) “Lo maté porque me dolía la cabeza. Y él venga a hablar, sin parar, sin descanso. (…) Antes, miré mi reloj seis veces, descaradamente: no hizo caso. Creo que es una atenuante muy de tenerse en cuenta”.

6) “Era más inteligente que yo, más rico que yo, más desprendido que yo; era más alto que yo, más guapo, más listo; vestía mejor, hablaba mejor; si ustedes creen que no son eximentes, son tontos”.

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Adaptación a cómic de Frank Arbelo.

8) “Aquel perrillo indecente era el animal más horrible que se haya podido inventar. (…) La vieja le llamaba con todos los diminutivos posibles: cariñito, reyecito, emperadorcito, angelito, hijito. (…) Le di a la vieja con todas mis fuerzas, y si no es porque tropecé y caí, al atravesar la calle, nadie me hubiera alcanzado”.

9) “Ya sé que el que fuera hijo mío no es una atenuante. Pero un plato de menudo, bien en su punto, casi de puro libro, con ese color tan sabroso, y aquel niño imbécil, que no y que no, por pura tozudez”.

10) “Desde que nació aquel escuincle no hacía más que llorar, a mañana, tarde y noche. (…) Lo tiré por la ventana. Les aseguro que no había otro remedio”.

11) “La piedra le dio en el meritito entrecejo: siempre tuve buena puntería. Cayó espatarrada, enseñando su flor”.

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Adaptación a cómic de Frank Arbelo.

13) “Me dirá, ¿qué culpa tenía el cartero? ¿Quién tocaba el pito? ¿Dios?”.

14) “La descristiané de un botellazo: yo había encargado mis tacos mucho antes que ese desgraciado, cojo y con acento del norte, para mayor inri”.

15) “Y por una vez que un peatón mata a un desgraciado chófer, no vamos a poner el grito en el cielo”.

16) “Él mató a su mujer, yo a la mía. La culpa, del periódico que lo contó con tantos detalles”.

17) “¿Tengo la culpa de ser invertido? Y él no tenía por qué no serlo”.

18) “Y no saben lo que es que la metan a una mano. Que todos y cualquiera procuren aprovecharse de las apreturas para rozarle los muslos y las nalgas, haciéndose los desinteresados, mirando a otra parte, como si fuesen inocentes palomitas. Indecentes (…) Por si acaso me lo volvía a encontrar me llevé un cuchillito, filoso, eso sí. Sólo quería pincharle. Pero entró como si fuera manteca, puritita manteca de cerdo. Era otro, pero se lo merecía igual que aquél”.

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Las páginas de Frank Arbelo proceden de la web historietasreales.wordpress.com
y se pueden encontrar en el libro Cuando salí de la Habana (Editorial Belerofonte)

 

La mejor despedida

La lista se completa con una serie de notas de suicidas (inventadas, claro), fluctuantes entre lo sutil y lo cómico. De entre todas, ésta es la más bonita, romántica y desgarrada. Si algún día me mato, será la que yo utilice:

“ME SUICIDO PORQUE DE NO HACERLO, SEGURAMENTE, CON EL TIEMPO, TE OLVIDARÍA. Y NO QUIERO”.

Max Aub

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).