Cholo soy y no me complazcas Viernes, 19 septiembre 2014

Yo fui editor de este joven suicida: diez años sin el gran artista de cómic Martin Edmond

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).
The  late Martin Emund in his bedroom studio.

Foto de Bevin Rijaart, tomada de www.fromearthsend.blogspot.com

A veces uno no sabe por qué le impactan tanto las muertes voluntarias de personas que admira. Tal vez porque uno piensa que esas personas no tienen problemas ni preocupaciones ni, sobre todo, vulnerabilidades imposibles de sobrellevar. Creo que lo que a mí me impactó al conocer el suicidio del dibujante neozelandés Martin Edmond fue que, de todos los artistas que había tratado hasta entonces, jamás me hubiese esperado de él ese paso que dio.

Le conocí durante unos pocos días en mi segundo viaje a la Comic-Con de San Diego, en 1997. Si en 1992, mi primer viaje allí me ha reservado la increíble sorpresa de localizar veintitrés años después a quien fue mi primer amigo peruano, el siguiente periplo terminó siendo mucho más agridulce.

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Yo por entonces seguía dirigiendo la revista de cómic El Víbora, que publicaba habitualmente en España maestros del cómic independiente como Robert Crumb, Peter BaggeLiberatore Ralf König. Uno de mis últimos fichajes había sido este prometedor joven nacido en 1969 en Escocia y criado en Auckland, Nueva Zelanda. Se acababa de dar a conocer internacionalmente con un road-comic titulado White Trash!, miniserie producida por Kevin Eastman (el creador de las Tortugas Ninja) en la que Martin seguía estilísticamente los pasos del famoso dibujante Simon Bisley (tengo entendido que más tarde se harían amigos), ilustrando una violenta y divertida historia escrita por Gordon Rennie y protagonizada por una especie de sosias de Axl Rose, el líder de Guns ‘n Roses.

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Durante esos días en la Costa Oeste, aproveché para realizar entrevistas a autores que publicábamos, como Daniel Clowes o el propio Edmond. Así que tras volver de encontrarme con Clowes en Oakland, conocí al fin a ese joven artista neozelandés que se había mudado hacía poco a California para conquistar el mercado USA.

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Una de las fotos que tomé a Martin en San Diego, en 1997.

Estoy habituado a trabajar y tratar con cientos de dibujantes de cómic, ha sido mi caldo de cultivo durante 25 años de dedicación profesional. Pero conocer a Martin me impactó. Lo primero que pensé es que este chico podría triunfar como artista de cómic o como actor en Hollywood, si se lo propusiera: era extraordinariamente apuesto y lleno de energía… lo más alejado que uno imagina cuando piensa en un autor torturado o retraído, o siquiera despistado, como hay tantos (entre los que me incluyo) en nuestro medio.

Conversamos largamente sobre su obra y específicamente sobre White Trash, que le había abierto muchas puertas internacionales: desde entonces, dibujaba portadas para la colección de cómics de sexo y violencia Verotik, la mítica revista Heavy Metal o para títulos de las sempiternas y todopoderosas Marvel DC. Era autor de portadas de álbumes para Glenn Danzig Shihad. El futuro se pintaba brillante para él. Había forjado su talento en el mundo del tatuaje y los cómics, y ahora parecía listo para emprender el salto a la animación, dado que sus personajes rebosaban de encanto icónico y posibilidades narrativas.

Me fui encantado de haberle conocido y confiado en que oiría hablar mucho más de Martin Edmond: me fui convencido de que había nacido una gran estrella del cómic.

Pocos meses después, ya en 1998, abandoné mis funciones como director de El Víbora y me centré en escribir guiones y novelas. Perdí el contacto durante bastante tiempo con mis conocidos de la industria, especialmente con los internacionales. Me aislé en mi obra propia. Y pasaron los años. No volví a saber del aplomado Martin y más de una vez me extrañó. Un día, por alguna extraña nostalgia, me dio por buscar noticias suyas en Internet. Era extraño que no hubiese vuelto a tener novedades de su actividad creativa: el mundo del tatuaje, la animación y el cómic son bastante estancos, sí, y fácilmente Martin podría haber dado el salto definitivo a uno de los dos primeros sin que en el tercero nos enterásemos… pero me pareció raro de todos modos.
Y entonces leí la noticia de su suicidio.

Me quedé helado. Era lo último que hubiese esperado encontrarme. ¿Martin Edmond, un suicida por depresión? Todavía me cuesta conciliar la soleada y extrovertida imagen que guardo de él con la estampa de desesperación que uno pinta en la cabeza de alguien que no desea seguir viviendo.

Martin acababa pocos días antes de firmar un contrato con una productora de animación para desarrollar una serie sobre uno de sus personajes. Aquí hay otro bonito recuerdo de él.

Dos años más tarde de su desaparición, la cantante Pink plagió diseños de Martin para un popular videoclip. Pocas más noticias ha habido de su obra desde entonces.

Todavía no sé por qué me afectó tanto saber de su muerte por propia mano, yo no le conocí más que unas horas a lo largo de escasos días. Como digo, creo que hay personas que no parecen predestinadas a un final así. Al igual que todos, he sufrido muchas pérdidas cercanas de familiares, amigos y conocidos; pero de algún modo inexplicable, cuando pienso sobre lo caprichosas que son la vida y la muerte, el recuerdo de Martin me asalta inesperado.

Hace diez años y medio que Martin Edmond ya no está aquí. No abundan muchos recuerdos de él fuera de sus seres queridos, así que deseaba escribir esta impresión personal como testimonio de que su obra y su gentil y carismática personalidad fueron importantes para mí.

«La llama que brilla con el doble de intensidad, se apaga en la mitad de tiempo». Lao Tzu.

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Foto de Hernán Migoya.

Hernán Migoya

Escritor y guionista español. Ya está a la venta su nueva novela, "La flor de la limeña" (Planeta Perú).