Wendy Sulca y la Tigresa del Oriente: íconos pop, pese a quien le pese

Ayer caminaba ocioso por la calle, como siempre, y al pasar un quiosco me di cuenta de que ya tenían un nuevo número de Ojo Mujer a la venta, el suplemento femenino del diario chicha. El número anterior me había gustado mucho y estaba dedicado a mi ídolo icónico Wendy Sulca, cantante de “coloratura andina” (como dicen los esnobs) sobre la que ya escribí hace un mes para una web española acerca de los intolerables insultos racistas que sufre desde hace años y que ahora se han redoblado con su gira por México:

Como este mes los del Ojo Mujer tienen en portada a mi querida Tigresa del Oriente, decidí comprar este número también.

Dentro del puesto había una señora de unos 55 años y le espeté sin complejos:

-Por favor, ¿me da el Ojo Mujer?

La quiosquera me contestó bastante arisca:

-No me queda ninguno.

Me sorprendí ante su respuesta:

-¿Cómo que no? Pero si tiene uno colgado en el expositor.

-No, el Ojo ya no lo tengo.

-No, señora, yo no digo el diario Ojo… me refiero a su suplemento, el Ojo Mujer.

Entonces la señora cambió de expresión y se apaciguó un poco. Rebuscó entre su mercadería y me tendió la revistita. Mientras, me dio tiempo a comprender lo que había ocurrido. Al ver a aquel señorón de 42 años, todo seriote, calvo y de vozarrón grave, pidiéndole el Ojo Mujer, la buena señora había entendido esto:

-Por favor, ¿me da el Ojo, MUJER?

Debió pensar que yo era un cavernícola recién llegado de un pueblo remoto. Casi se me cae la monedita al suelo del acceso de risa que me asaltó.

Luego me senté en un café a leer la estupenda revista, imitando un poco a Clint Eastwood en El guerrero solitario/El sargento de hierro.

En aquella película, el personaje de Clint se dedica a leer cuanta revista femenina cae en sus manos porque para él es un modo de intentar comprender a las mujeres.

A mí me gusta leer las dichosas revistas, sin más.

Enamorado de Wendy y de Judith

En ambas entrevistas (realizadas por Luis Ráez, quien ya se está convirtiendo en un héroe del periodismo nacional para mi baremo), tanto Wendy Sulca como Judith Bustos, la Tigresa, hacen declaraciones de lo más interesantes.

Perfectamente conscientes del odio que generan en unos cuantos fascistas arrabaleros y pituquines, ambas relativizan con positivismo todo lo que pueden y se quedan con las alegrías en vez de con las penas.

El caso de Wendy es sangrante, porque se ha formado una cuadrilla de linchamiento entre varios racistas deleznables (disculpen la retórica: todos los racistas lo son) en México… ¡cuadrilla apoyada por algún que otro peruano!

En el Ojo Mujer de junio, Wendy ya hacía referencia a los odiadores amargados que arrastra su carrera:

“No eres monedita de oro para gustarle a todo el mundo. Creo que todos los artistas reciben comentarios positivos y negativos, intento tomar lo bueno y constructivo, mejorar cada día si es que me aconsejan algo”.

Por su parte, la Tigresa del Oriente da todo un ejemplo al definir así a sus haters, riéndose a la vez de la mediocridad de esos comentaristas que no quieren permitir a los demás ser uno mismo, tal vez porque tampoco se lo permiten ellos: “Cuando mis compatriotas me critican, yo les digo que no hago las cosas para ser famosa, sino porque quiero. El problema es que hay mucha gente cobarde, con miedo. Tiran rápido la toalla. Incluso los jóvenes. Deberían decir “si la señora puede, yo también puedo”. Sí es posible hacer lo que uno quiere mientras Dios te lo permita. Nada tiene que ver la edad, ni la estatura ni la raza”.

La mexicano-española Alaska, que tampoco fue nunca un modelo de cantante pop convencional, estaría orgullosa de estas dos artistas. Yo estoy orgulloso de ellas. Muchos peruanos lo están.

¿A qué esperamos para que acaben esos insultos?